Del papel al ordenador II

Las ilustraciones


  Una de las cuestiones más difíciles (y que en el formato manuscrito no presentaba ninguna dificultad), fue la de insertar las ilustraciones acompañando a la acción que se estaba desarrollando. La imagen debía insertarse justamente tras la escena para que de forma natural la vista lo encontrase y sirviese de ayuda para la ideación sin predecirla ni "reventarla". Dicha dificultad se debía al encuadre. En un texto manuscrito puedes manejar imagen y texto a placer, pero el formato digital tiene unos parámetros determinados con demasiada tendencia a desmadrarse por la acción de los "duendes" escondidos entre los chips.
  Pensé en hacer las ilustraciones en ordenador, de hecho, hay un par de ellas que están completamente hechas así, pero ni tenía la habilidad para ello ni lo disfrutaba igual, así que continué haciéndolas en papel y acrílico, pero ahora tenía la ventaja de poder hacerlas en grande, escanearla y en algún programa de retoque digital (como Photoshop) corregir los fallos que encontrase. Tras ello quedaba lista para uso. Por desconocimiento, trabajé con las imágenes en formato RGB (Red, Green, Blue), cuando realmente para que los colores que se ven en pantalla se aproximen a los impresos hay que hacerlo en CMYK (Cyan, Magenta, Yellow, Key (negro)), pero por suerte no hubo problemas. Conseguí maquetar el libro al completo, pero aprendí que realmente este trabajo se hace con programas más específicos y que dan libertad absoluta a la hora de su edición, sin que una de sus partes altere al resto. De estos los hay gratuitos (como el Scribus) o de pago (como Adobe Indesign), pero con el trabajo ya hecho no quise volver al principio y remaquetarlo todo, teniendo además que echar un tiempo (inexistente para mí) en aprender un nuevo programa. El que sí utilicé (y recomiendo), es el programa Scrivener, que tiene la ventaja de pasar el texto al formato que quieras (.mobi, .epub, etc), aunque tiene limitado el uso de imágenes y las instrucciones no están claras para este uso.
  Monté el libro con Word  y poco a poco aprendí a encajar las imágenes jugando con su proporción, la colocación del texto tras imagen y los márgenes entre ellos (Fig.1). Una especial frustración me producía el que la mínima desproporción de la imagen llegaba a variar incluso la distancia prefijada (y que por ello yo creía inamovible) del número y dibujo del pie de página. El ordenador no salió volando más de una vez por la ventana porque algo en mí me advertía de que no tenía alas y podría haberse roto. Un truco muy bueno que me enseñó mi amiga Kaman fue la de introducirlos dentro de "tablas" sin bordes, de tal modo se autoencajaban sin tener que estar yo recortando.

                                                          Fig.1

  Finalmente, cuando me decidí a sacar el libro al público, encomendé la tarea de maquetación al equipo de la editorial, dándoles previamente el guión de cómo lo había hecho y, muy agradecido por ello, consulta y corrección si procediese de cada uno de los capítulos y encuadres de las ilustraciones. A la vez me ofrecían nuevas armas para la maquetación y fruto de ello pude pasar de numerar las páginas de forma más clásica a hacerlo dentro de una ilustración específica para ese fin.
  Mi recomendación. Si empiezas, plantéate dedicar un tiempo para aprender un programa específico de maquetado. A la larga ahorrarás tiempo y quebraderos de cabeza con márgenes, encuadres y duendes escondidos. Si ya has casi acabado, !enhorabuena¡, !menudo trabajo¡. Tan sólo asegúrate que cuando salga en papel lo haga como realmente quieres. Las imágenes mejor guardarlas en CMYK, pues es el formato específico para su impresión (aunque lo dicho, yo no tuve problemas en RGB).

1 comentario:

  1. Muy interesante. Las imágenes del libro lo impregnan de un carácter único y especial. Eres un crac

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